DESAPEGO, DISCERNIMIENTO Y MENTE – por Bhagavan Sri Sathya Sai Baba

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DESAPEGO, DISCERNIMIENTO Y MENTE
 
por Bhagavan Sri Sathya Sai Baba
 
Hay quienes sueñan despiertos; ellos acostumbran hacer castillos en el aire planeando con lo conocido y lo desconocido. Hay otros que estan superdespiertos; “yo” y “mío” se han arraigado muy fuerte a través de muchos nacimientos. Estas no son sino agitaciones de la consciencia.
 
La Sabiduría sólo puede surgir cuando dichas agitaciones son destruidas. Hasta ese entonces, cuando mucho, uno puede conocer nombres y formas, pero no comprender la realidad. La ausencia de agitaciones de la mente es el signo que marca a quien realmente ha conocido la Realidad.
 
Vean ustedes las nubes que vagan cruzando el cielo y dense cuenta de que no tienen una relación íntima y perdurable con éste, al cual ocultan aunque sea por unos minutos. Así también es la relación entre ustedes y su cuerpo. En otras palabras, ustedes son de la naturaleza del Alma Suprema y el cuerpo no es más que una fase temporal que pasa escondiendo y nublando la verdad. ¿Acaso el comportamiento del cuerpo (la vigilia, el sueño y el sueño profundo) podría afectar en forma alguna a la Eterna Conciencia o Ser Supremo? ¿Qué me dicen de su propia sombra? ¿No es algo separado de ustedes? ¿Puede acaso su longitud, su claridad o su curso afectarlos en alguna forma? Entiendan que existe la misma relación entre el cuerpo y ustedes mismos. Si consideran este bulto de carne y huesos como su verdadero yo, deben pensar entonces en lo que le sucederá algún tiempo más tarde y hasta cuándo lo podrán llamar “mío”. La reflexión sobre este asunto será el primer paso hacia el Conocimiento.
 
Esta estructura física (el cuerpo) constituida por tierra, fuego, agua, aire y éter se fragmentará en sus mismos componentes, tal como lo hacen todos los compuestos. Sólo la ignorancia lo tomará como real y quien no está instruido le atribuirá valor como algo permanente y eterno. ¿Existía el cuerpo antes de su nacimiento? ¿Persistirá después de la muerte? ¡No! ¡El cuerpo aparece y desaparece durante un intervalo de existencia! Sin embargo, su valor no es absoluto, sino relativo y por tanto tiene que ser tratado simplemente como la nube o la sombra.
 
En realidad, este mundo es como un árbol de mango que brota por la virtud de la varita mágica de un mago; es decir, es el producto del embaucador llamado “mente”. Justamente como en las manos del artesano la arcilla toma la forma de un jarrón, de un plato o de una olla y después de cierto tiempo se convierte nuevamente en arcilla informe, del mismo modo, también todo esto es el Sin Forma, Sat Chit Ananda (Ser-Conciencia- Bienaventuranza), que aparece como una forma durante algún tiempo a causa del engaño y la ignorancia de la mente. Algunas cosas son útiles y otras no, pero todo se debe al engaño producido por algún determinado nombre y por alguna determinada forma. En última instancia, todas las formas son Él, todo es Él, también ustedes son Él, por encima y más allá del pasado, presente y futuro. Ustedes no son el cuerpo que está atado al tiempo, en las redes de “fue”, “es” y “será”. Abriguen constantemente el pensamiento de que son de la naturaleza del Absoluto Universal, manténganse siempre firmes en esa actitud a fin de que pronto puedan transformarse en sabios.
 
La mente cae en cautiverio cuando vive ávida de múltiples y variadas cosas o bien de la compañía de los hombres y prefiere esta situación o aquélla. El apego es esclavitud, el desapego es Liberación. Anhelar significa estar prisionero, morir; separar la mente de todos los apegos equivale a vivir eternamente libre. “Para los hombres, la mente es aquello que causa la esclavitud y que puede conceder la Liberación”. La mente corre tras un objeto, se siente atraída, sus sentidos se despiertan, se produce una acción, la mente se siente feliz o triste, sobrevienen los sentimientos, se produce el miedo, crece la ira, se desarrollan los afectos… así es como los lazos del apego se cierran. El miedo, la ira y los afectos son los camaradas más cercanos del apego: ¡Los compañeros más próximos a su corazón! Miedo, ira, afecto y apego: ellos son los cuatro inseparables compañeros, siempre moviéndose juntos. Es por ello que el mismo Patanjali se vio forzado a asegurar: “El apego corre detrás de la alegría”. ¿Y qué es lo que confiere la alegría?: la realización de los deseos, ¿no es cierto? El deseo conduce a odiar a aquellos que lo frustran y a desarrollar afecto por aquellos que lo alimentan, lleva al inevitable ciclo de gustos y aversiones. En este sentido, los ignorantes no tienen ningún escape.
 
Cuando el oro impuro es fundido en el crisol, sale de ahí brillante y limpio de escoria. La mente que se ha manchado por rajas y tamas, el odio y la vanidad, y por las impresiones de un sinfín de apegos y deseos, puede tornarse brillante y resplandeciente si es puesta en el crisol de la reflexión y en la fragua del discernimiento. Esa brillantez es la luz de la realización del conocimiento de que ustedes son el Alma.
 
Al igual que el hollín que ensucia, los deseos, los apegos, las ansias y los anhelos oscurecen la mente. Por esta razón tienen que ser eliminados para que el brillo del ser pueda surgir en el esplendor del Ser Supremo.
 
Por muy profunda que sea la miseria, cualquiera que sea el problema, no permitan que sus riendas sobre la mente se aflojen: apriétenlas cada vez más, fijando la meta en valores más elevados. No permitan que se descarríe lejos del santo recinto del corazón y oblíguenla a postrarse ante el Alma. De esta manera podrán continuar desde “savikalpa samadhi” hasta “nirvikalpa samadhi”, es decir, del fundirse con “lo diferenciado” a hacerlo con lo “no diferenciado”. El engaño tiene que desaparecer sin dejar rastro alguno, y sólo entonces podrán fusionarse con lo “no diferenciado”, donde no hay dualidad, donde todo es Brahman (Dios) y sólo Brahman. Todas las ataduras se rompen y se es entonces genuina y completamente libre.
 
La serpiente se despoja de su antigua piel y no tiene nada más que hacer con ella. Desarrollen esta actitud de no apego: escapen del engaño ilusorio del cuerpo. El débil nunca puede comprender esta realidad. Con la constante meditación sobre el Alma y su gloria uno puede liberarse de los enredos del mundo y sus situaciones mundanas. El aspirante espiritual que sea realmente serio debe separar toda su atención y sus esfuerzos del mundo sensorial para fijarlos en el eterno Dios.
 
El hombre no surgió simplemente para regodearse en el gozo casual y la alegría vana. Es insano creerlo así. Identificarse uno mismo con el “yo” y estar atado a lo “mío” constituye el estigma que causa las aflicciones y la ignorancia. Donde no haya egoísmo no habrá percepción del mundo externo. Cuando el mundo externo no es conocido, el ego no puede existir. El sabio, sin embargo, podrá desidentificarse del mundo y comportarse siempre como un agente del Señor, estando en el mundo pero sin pertenecer a él.
 
Una vez, en medio de una conversación, Vasishta le habló a Rama de esta manera: “¡Escucha, oh Rama el valiente!: el individuo es como un toro que descansa bajo la sombra de un enorme árbol de frondosa copa en el ciclo de existencias (samsara). Está esclavizado por el lazo del deseo y, por lo mismo, infestado con las pulgas y los insectos de la intranquilidad, las preocupaciones y las enfermedades. Por eso se revuelca en el fango de lo erróneo, al tiempo que forcejea en la oscuridad de la ignorancia para saciar la sed de los sentidos. Es entonces que algún buen hombre, que además es sabio, lo desata y lo lleva fuera de los rincones oscuros de la selva. A través del discernimiento, continuó Vasishta, y del atento autoexamen, uno adquiere sabiduría y, a través de ella, se es capaz de comprender la Verdad, de realizar el Alma, de conocerla. Esta es la meta suprema de la vida, el estado que se encuentra más allá del presente, el pasado y el futuro”.
 
Pero, a pesar de todo, existe un punto que debe ser recalcado y recordado siempre. No es suficiente con la simple renuncia a las actividades externas relacionadas con la satisfacción de los deseos sensuales. Las ansias internas también tienen que ser desarraigadas. Por lo tanto, han de cesar ambos: los impulsos internos y las prácticas externas. Solamente el Conocimiento del Alma y la fe en el Ser Supremo pueden destruir las ansias irrefrenables.
 
Cuando el sabio afirma: “Yo soy Brahman” (Dios), él está diciendo la verdad a partir de la sinceridad de su experiencia. Cuando lo burdo y lo sutil son trascendidos, entonces la mente, el intelecto y el prana (aliento vital) se subliman; es decir, cuando el ser ya no está atado por los sentimientos, pensamientos, impulsos e instintos y permanece solamente en la Esencia Divina: la existencia ideal y sin impurezas, el Parabrahman (el Ser Supremo). Debido a esto, el sabio siente que él es uno con el Omnipresente y Omnipotente; mientras que el ignorante, el no iniciado, la persona que no ha aprendido los primeros pasos de la disciplina espiritual, siente que él es uno con su cuerpo físico.
 
Fuente: de “La Senda del Conocimiento” (Jnana Vahini) capitulo 4, por Sri Sathya Sai Baba