MI VIAJE INTERIOR – por Rosana Molho de Berra

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MI VIAJE INTERIOR
 
por Rosana Molho de Berra
 
“Es bueno nacer en una iglesia, pero no es bueno morir en ella. Crezcan y sálvense de los límites y regulaciones, de las doctrinas que limitan su libertad de pensamiento, los ceremoniales y ritos que restringen y redirigen. Alcancen el punto donde las iglesias no importan, donde terminan todos los caminos y de donde salen todos los caminos”
 
Guru Purnima, 29/7/1969
 
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Crecí en una familia de tradición judía. Mi padre, de origen francés fue liberado de un campo de concentración nazi al finalizar la segunda guerra, y junto con él salieron mi abuela y una tía. Mi abuelo falleció dentro del campo, no lo sobrevivió.
Mi madre nació en Argentina, mis abuelos emigraron antes de la segunda guerra, gracias a esa emigración protegieron sus vidas. Y todos los familiares de mis abuelos que quedaron en su lugar de origen Europa, más precisamente en la Isla de Rodas hoy Grecia, también fueron deportados a los campos de concentración, y muertos allí.
Mi abuela materna mantenía siempre prendida una luz en su hogar, una lámpara de aceite siempre viva, que en mi niñez me atraía, y también me inquietaba. Muchas veces le pregunté a mi abuela el porqué de esa luz y ella me decía que era para tener presente a los ancestros.
No imaginaba esa niña de entonces, qué eran los ancestros, quiénes eran, y tampoco encontraba una ligazón entre esa bella luz y mis desconocidos antecesores.
En esa casa celebraba la familia entera todas las festividades del judaísmo, que son muchas. Momentos imborrables en la memoria que forjaron en mi interior la alegría del encuentro, y la importancia de los tiempos auspiciosos del año. Aquellos que nos permiten la elevación de lo cotidiano, el corte con la rutina, el juego, la alegría, la mesa servida con las preparaciones más delicadas y deliciosas, y por supuesto abrirnos al misterio. Y si hay misterio en todas las etapas de la vida humana, donde abunda y rebalsa es en la niñez y la adolescencia.
 
Mi formación laica se complementaba con otro colegio de formación judaica, donde estudiaba mucho acerca de la cultura y también la religión a través de la Biblia, y otros libros sagrados que me cautivaban.
Así pasaron mis primeros años, también esperando que un día a través de la ventana de mi pequeño cuarto se me apareciera el Dios del que me hablaba mi abuela, y del que también me hablaban las escrituras que diariamente alimentaban mi sed por lo trascendente.
Eso no ocurría.
Finalmente, en la adolescencia se despertó un amor profundo por la diversidad cultural y de tradiciones de todo el mundo. Un mundo donde primara la convivencia y se apreciara la riqueza de lo diferente. Que borrara las fronteras y la intolerancia que llevaron a las guerras de odio sin sentido.
Y es así que deseaba profundamente, un Mundo de Amor y Paz, lo soñaba e imaginaba con tanto realismo y fuerza que hoy se que esa misma fuerza me llevó a encontrar un destino.
 
Los buenos amigos, de los mejores: los libros, me acercaron a mundos lejanos e insospechados, las tradiciones latinoamericanas, los mundos del Oriente Medio con los sufíes y los chamanes, Lejano Oriente con el Tao, la filosofía Zen, y por supuesto India. Y junto con India su herencia más hermosa los Vedas, los Upanishads, el Bhagavad Gita, tesoros inconmensurables en su escenario sagrado y portentoso. Se abrió un susurro en mi corazón que me decía que esas tierras serían muy cercanas en un tiempo por venir.
 
En el año 1987 supe por primera vez de la existencia de Sai Baba. Ya casada y con una hija, rápidamente organizamos para ir a Su encuentro. Qué decir, un encuentro definitorio en mi camino interior, finalmente llegaba al lugar adecuado, con el gran Maestro el Avatar llamándonos y recibiéndonos a seres sencillos y diminutos de un lugar alejado lo más austral del planeta. Fue el momento donde ocurrió aquello que tan largamente anhelé. El Dios que esperaba, Aquél el mismo de mi Tanaj, las Escrituras bíblicas de la niñez, apareció en el umbral de un gran salón, como si fuese el dintel de mi pequeño cuarto de infancia.
Vinieron años llenos de aprendizaje, de servicio, de trabajo sobre mí misma para poder revelar y acercarme a mi verdadera identidad.
Con Sai, muchas piezas comenzaron a encontrar su lugar, en el proceso de transmutación que Él ejecutaba, ejecuta como un alquimista minucioso y tenaz sobre cada uno de nosotros.
Una de las cosas que mayor impacto me causó en el encuentro con Sai, fue el ver la luz como esencia y poder comprender y reconsiderar la antigua lámpara de aceite de mi abuela.
Sai nos enseñaba a meditar en la Luz, meditar en el Ser, convocar a lo mejor de cada uno para revelar nuestra identidad verdadera. Mi abuela frente a la enormidad de sus pérdidas, rescataba lo inmortal de cada ser, y así seguía adelante, transmitiendo tradición a sus hijos y nietos, sabiendo en lo profundo que hay una luz que nunca se apaga, pase lo que pase en el mundo.
Agradezco tantísimo esta enseñanza porque así supe el valor de sobrevivir, lo que implica tomar una antorcha y expandir, tomar un legado para ser legado, y recrearlo, enriquecerlo y llegar a tiempo para entregarlo y continuar un camino con serenidad y con satisfacción. Entendí también que la estadía en la Tierra era corta más allá del número de años, y sobre todo incierta.
 
Luego llegó el período de Sai Sutil, algo absolutamente inédito en mi repertorio de posibilidades soñadas o imaginadas.
El primer encuentro con Él en una entrevista privada con mi marido tuve quizás el mayor impacto, fue una experiencia muy potente. Literalmente me sentí transportada a otra dimensión, hablando con Él a través de Madhusudan, frente a un sillón vacío, y sabiendo profundamente, sin duda alguna que estaba allí, percibiendo Su presencia, aunque no la veía. Era la continuación de nuestros diálogos con Sai en Su forma física, tanto en lo que se refiere a cuestiones privadas como en relación a nuestro servicio.
Este fue un punto de inflexión en mi camino, aprecié de manera real las múltiples dimensiones en las cuales vivimos, y también supe o convalidé algo que ya sabía, me faltaba mucho por caminar. No era mi realidad cotidiana, fue Él quien me llevó a poder experimentar esa vivencia.
Los años anteriores habían sido de mucho trabajo de purificación, de mejoramiento, quizás de preparación, y ahora vendría por delante algo desconocido que me atraía enormemente. Pero nuevamente no imaginaba por dónde vendría este camino nuevo, que nuestro Maestro estaba proponiendo.
Muy rápidamente nos dio la indicación de asentar un Ashram en nuestro país, y Su deseo fue y es hoy una realidad. Grande fue mi sorpresa cuando en la inauguración le puso nombre a Su Ashram, y cuál fue ese nombre? …. Ashram Amor y Paz.
Un aparente sueño, en verdad otra vez un antiguo anhelo haciéndose real, un guiño, una señal en el camino volviendo a mostrar que nada se pierde, que los tiempos no nos pertenecen, que la vida tiene vueltas sorprendentes y que a nuestras intenciones y sueños siempre les aparecen plataformas para revelarse y plasmarse. La posibilidad de colaborar, aunque de manera minúscula con el ideal vivo y vigente de la juventud.
Nuevamente, nunca podré agradecer lo suficiente por ser parte del milagro comunitario de traer una partecita del cielo a esta bendita tierra en que nos tocó esta vez nacer.
 
Tener un Maestro es aceptar el proceso de transformación y superación con todas sus sinuosidades y rectas, es no saber dónde estaremos mañana, pero siempre con la convicción que será para bien.
Y es así que estoy en este punto del aprendizaje, donde como todos mis hermanos, y también gracias a ellos, me empeño en aprender la mayor de las enseñanzas que Sai vino a rescatar.
En el concierto de la vida estamos destinados a ser Dios, a ser Sai, a ser la plenitud de la flor que fue capullo en la niñez de la espiritualidad.
Ruego a Madhusudan Sai, nos siga llevando de Su mano, junto a todos mis hermanos hacia el Océano nectarino inconmensurable del Ser.
Creo firmemente que a través de nuestro sadhana, nuestro estudio y servicio, estamos construyendo un Arca que nos llevará de vuelta al Hogar celeste. Seremos un ramillete de flores plenas, viajando en la inmensidad. Es mi sueño.
¿Será un sueño?
 
Con amor,
 
Rosana Molho
Argentina.
 
Fuente: Publicado en Vasudhaiva Kutumbakam (Número 3 – Junio 2021, Global Monthly Newsletter)