LA CUEVA DE VASISHTA – por Sri N. Kasturi

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LA CUEVA DE VASISHTA
por Sri N. Kasturi
El veintiséis de julio de 1957 estuvo lleno de recuerdos agradables para los devotos y residentes del Sivananda Ashram en Rishikesh, cuando Baba abordó un autobús y se dirigió a lo largo de la orilla del Ganges hacia un palacio de la Rani de Garhwal para una mañana tranquila.
En el camino de regreso, hizo detener el autobús en un lugar donde un pequeño y delgado poste de hierro llevaba una placa de identificación que decía “Cueva de Vasishta” (preceptor espiritual de Rama). Descendió la pendiente bastante inclinada hacia la orilla del río como si hubiera estado allí a menudo antes, y como si fuera consciente de un compromiso acordado previamente con el residente de la cueva. El Ganges se curva espaciosamente cerca de la cueva, por lo que el paisaje es doblemente atractivo. La cueva lleva un nombre sagrado; ha sido santificada por las austeridades realizadas por muchos grandes reclusos y monjes en el pasado. Swami Purushottamananda, un discípulo de Swami Brahmananda de la Orden Ramakrishna, había sido iniciado en la vida monástica por Mahapurushji, otro discípulo directo de Sri Ramakrishna. El Swami había estado en la cueva durante treinta años. Dio la bienvenida a Baba como si lo hubiera estado esperando. Con más de setenta años había pasado la mayor parte de su vida en el ascetismo del tipo más riguroso y en el estudio de las Escrituras. Su rostro tenía el brillo genuino de la alegría espiritual y la más mínima mención de la gloria de la Divinidad lo conduciria al samadhi, las profundidades de la dicha interior. Cuando era un joven de veintisiete años, Brahmanandaji había leído su palma en Kanyakumari y predijo que iría a una cueva para meditar continuamente.
Baba repitió la visita a la noche siguiente a pesar del cielo retumbante y las quejas de quienes lo acompañaban, pero ambos cesaron por Su gracia. Swami cantó varias canciones mientras estuvo dentro de la cueva. Al escuchar que el Swami había estado sufriendo de dolor de estómago crónico durante muchos años, “tomó” algunos dulces de la nada y se los dio con instrucciones para la dieta.
Más misteriosa y significativa fue la Visión que le dio a Swami Purushottamananda esa noche.Ya en 1918, el Swami le había escrito a su Maestro: “¡Todo es falso y no puedo descansar satisfecho hasta que me encuentre cara a cara con la Verdad!” Después de hacer que todos salieran de la cueva, Baba y el sabio entraron en el recinto interior. Sri Subbaramiah, presidente de la Sociedad de la Vida Divina en Venkatagiri, describe lo que pudo ver desde afuera de la cueva: “Incluso ahora esa imagen está impresa en mi memoria. Estaba parado cerca de la entrada. Podía ver lo que estaba pasando por una grieta en la puerta. Baba posó Su cabeza en el regazo de Swami Purushottamananda y se tumbó. De repente, todo Su cuerpo estuvo bañado en un brillo divino. Su cabeza y cara parecian haber aumentado mucho en tamaño. Rayos de esplendor emanaban de Su rostro. Yo estaba abrumado por una extraña e inexplicable alegría”. Cuando se le pidió más tarde para comunicar la experiencia, Baba nos informó que fue una Visión de Jyothir-Padmanabha (Narayana como la llama del Amor-Sabiduría). ¡Qué suprema Karuna! (compasión) ¡Qué inmensa fortuna!
Después de unos minutos, Baba se levantó y se sentó al lado del santo, lo llamó por su nombre y lentamente lo llevó a la conciencia del espacio y el tiempo. Cantó una canción sobre Rama, compuesta por Thyagaraja y cuando concluyó, agitó la mano y materializó del aire un japamala de brillantes cuentas de Sphatika (cuarzo) para Purushottamananda.
Cuatro años más tarde, cuando el Swami dejó su cuerpo y se fusionó con esa Verdad, Baba me anunció su partida en Puttaparthi (a miles de millas de distancia). Pocos minutos después de la aparición del Lingam desde Su estómago, donde estuvo formandose durante días. Era Mahashivarathri; Bhagavan me dijo que el cuerpo del Swami seria enterrado con el Sphatika mala sobre el pecho (¡y asi sucedió!).
Los incidentes en la cueva de Vasishtha fueron literalmente impresionantes. Cuando se nos permitió entrar, nos adherimos a cada palabra que pronunció Swami y registramos cada señal de adoración que emanaba del anciano santo: la ceja levantada, el ojo parpadeante, el jadeo sofocado, la palma plegada, la sonrisa brillando encima de la barba. Baba le habló de sus primeras pruebas en la cueva, de sus luchas para encender un fuego y de su sorpresa, una mañana, por encontrar un paquete de cajas de cerillas escondidas en un rincón. Él confirmó, “Lo puse allí para ti”. El santo se sentó ante esta sorprendente revelación. Los monjes asistentes explicaron que durante muchos años utilizaron piedras de fuego para obtener la chispa que alimentarían y convertirían en llama. Ellos también estaban atonitos por el descubrimiento de que Baba estaba al tanto de su Guru, de sus tribulaciones y necesidades. “Él lo sabe todo; Él es todo”, exclamaron. El hombre no tiene medios para identificar lo que no puede ser contado,
explicado o medido. Sólo puede sentarse en silencio, maravillado y en profundo estupor …
Fuente: N. Kasturi, ‘Sathyam, Shivam, Sundaram’ (La vida de Bhagavan Sri Sathya Sai Baba), y ‘Amando a Dios’ por el mismo autor.