DISCURSOS DIVINOS SOBRE EL BHAGAVAD GITA por Sri Sathya Sai Baba – Encontrando al Dios que reside en vuestro corazón

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DISCURSOS DIVINOS SOBRE EL BHAGAVAD GITA

por Sri Sathya Sai Baba

Encontrando al Dios que reside en vuestro corazón

Gita Acharya ha declarado que “Me es caro aquel que no tiene egoísmo ni apegos, y que puede considerar la alegría o el pesar con igual actitud mental”.

El llegar a tener tal ecuanimidad y estar libres de egoísmo y de apegos resulta difícil para los sadhakas comunes. Para el Grihastha, vale decir para los que siguen por el camino de la familia, la tarea es casi imposible. A estos les es posible adorar a Dios ofreciéndole los dieciséis tipos de culto que han sido prescriptos en las escrituras, pero les será más difícil remover el ego, el sentido de la individualidad. ¿Por qué se produce esto? Resulta difícil eliminar el ego en tanto diferenciemos nuestra propia voluntad de los mandatos y órdenes del Señor mismo. Una vez que reconozcamos la omnipresente unidad del Señor en cuanto la divinidad del individuo, no tendremos dificultades en seguirle. Una vez que reconozcamos que Dios mora en la forma de Jyothi, en la forma de la luz, en todos los cuerpos y en toda la gente, en todo lugar, será posible para nosotros controlar nuestro egoísmo y nuestros apegos. Esta llama autorresplandeciente reside en nuestros propios cuerpos. Aquel que protege al mundo entero es parte integral de nuestra propia forma.

Desde tiempos inmemoriales se continúa la indagación sobre si Dios existe o no. Una vez que nos hayamos convencido de Su existencia, el próximo paso lo constituye el encontrar el camino para llegar a Él. Tal como sucediera en los tiempos remotos, este problema de cómo y dónde encontrar a Dios sigue siendo un interrogante muy serio que deja perplejo al hombre de hoy. Para resolver este problema, hubo numerosos Rishis en los antiguos tiempos que tomaron la firme determinación de aplicar todo su talento y dedicar todas sus penitencias a encontrar la solución. Finalmente, le declararon al mundo: “Oh Ciudadanos, hemos llegado a ver y a comprender ese trascendental principio que existe más allá de este mundo visible y creado”. Estos Sabios revelaron donde habían buscado y como habían llegado a saber de la existencia del refulgente Señor. Ello no fue en el mundo externo ni en el espacio exterior, sino dentro de nuestro propio ser donde fue identificado y reconocido el Residente; fue en nuestra visión interna, en nuestro Antãratman, nuestra alma misma, en el sacro corazón dentro de este cuerpo donde se encontró Su residencia.

Es Dios mismo el Morador dentro del cuerpo. Por esta razón Dios ha sido llamado Shariri, Aquel que vive en el cuerpo o Sharira (aquello que se consume); o también Dehi, lo que significa Aquel que vive en Deha, que es el cuerpo físico (aquello que ha sido formado); y también Kshetrajna, el conocedor del campo del cuerpo que es inerte y no se conoce a sí mismo. Debemos reconocer que más allá de nuestra ignorancia está el grandioso esplendor del Señor residiendo en el hombre mismo. Esta es la verdad. Debemos hacer un esfuerzo para descubrir al Señor inmortal dentro de este cuerpo mortal. Tenemos que esforzarnos para encontrar al Señor en estos cinco elementos: espacio, aire, fuego, agua y tierra.
Para hallar un diamante hay que cavar profundo en la tierra, no lo descubrirán ni lo hallarán afuera, colgando de un árbol. De manera similar, este valiosísimo diamante que es el Señor, lo encontrarán dentro del hombre mismo. El Señor no se encuentra en algún lugar fuera de él. Con la ayuda de las enseñanzas de las almas insignes, debemos realizar el esfuerzo para hallar a Dios dentro de nosotros mismos. Este cuerpo no es una cosa cualquiera: es el templo de Dios mismo, es un carro que lleva al Señor dentro.

En el mundo, del que se podría pensar que es una gran aldea, el Señor es sacado en procesión dentro de este carro particular llamado el cuerpo humano. Por lo tanto, no es correcto mostrarse indiferente hacia el cuerpo, descuidarlo o darle un uso inapropiado o injusto. Este cuerpo es un templo, debe ser utilizado únicamente para llevar a cabo actividades que sean sagradas y desinteresadas. Debemos cuidar bien de este cuerpo y santificarlo empleándolo para realizar tareas sagradas. Es indudable que el cuerpo es inerte, mas dentro de él vive aquel Principio que es en sí mismo conciencia pura. Este cuerpo puede ser comparado a una barca que nos ayudará a cruzar el océano de Samsara, el océano de la existencia del mundo. No resultó fácil para nosotros el obtener este cuerpo. Lo hemos logrado gracias a innumerables merecimientos y nacimientos en otras formas. Usarlo incorrectamente es desperdiciar todos los méritos que hayamos acumulado en todos esos incontables nacimientos.

Es nuestra extraordinaria buena suerte la que nos ha hecho capaces de alcanzar este nacimiento como ser humano. Es por ello que este cuerpo, esta barca que nos puede llevar hasta nuestro destino, deberá ser usado muy cuidadosamente como para que podamos cruzar a salvo el océano de Samsara.
En este océano se esconden terribles cocodrilos, y todo tipo de terroríficas criaturas que pueden ser muy perjudiciales para nosotros. Esos amenazadores cocodrilos son los seis enemigos del hombre que toman la forma de la ira, la codicia, la lujuria, el odio, el orgullo y la envidia. Ellos habitan este insondable océano de la existencia mundana a todo nivel. El océano mismo, es una mezcla de opuestos como la alegría y el pesar, la atracción y la repulsión; y cuando están en el océano de la vida resulta muy difícil decir cuándo obtendrán la felicidad o cuándo deberán enfrentar el sufrimiento. Si están acosados por tantos enemigos, el mejor medio para completar a salvo este viaje es ver la unidad en la diversidad aparente. Debemos creer firmemente en que el principio divino, la Divinidad, reside bajo la forma de la llama autorresplandeciente, en todos y en cada uno de los seres humanos. Una vez que realicemos la presencia de Dios dentro de cada uno, una vez que se haya reconocido la unidad en la diversidad, ya no podremos odiar a nadie. Y es por ello que el Gita entrega el mandamiento de “Adveshta Sarva Bhutanam, no guarden odio hacia ningún ser”.

Los distintos actos de culto como Bhajans, Dhyanam, Japam, nos parecerán insignificantes, comparativamente, una vez que hayamos reconocido este Principio de Dios como el Morador en cada corazón. Es solamente cuando ignoramos esta verdad de Dios como morador interno, que le damos más importancia a las diferentes prácticas devocionales. No obstante, hasta tanto no hayamos dominado el arte de nadar en el oceano, se requiere de estas ayudas para que nos apoyen a lograrlo. Una vez que hayamos aprendido a nadar, ya no requeriremos de ayudas. De manera similar, los diferentes tipos de rituales son necesarios hasta tanto no lleguemos a entender en verdad el significado del Gita. Una vez comprendida su dulce esencia, todos estos rituales parecen bastante triviales.
En el capítulo dedicado al Bhakti Yoga, el Yoga de la devoción, han sido descriptas las características de los grandes devotos.También allí se enseña que deben ser controlados los seis tipos de enemigos. Más esto resulta mucho más fácil de decir que de hacer. ¿Puede alguna vez llegar a lograrse?
Sí. Los seis enemigos del hombre pueden ser prontamente conquistados en cuanto reconozcamos la verdad de que Dios reside en estos cinco elementos, en todo lugar, y que es Él quien motiva a todos los seres. Sin embargo, antes de que reconozcamos y experimentemos esto, no llegaremos a obtener una verdadera satisfacción de nada de lo que emprendamos. Si mantenemos algo de sal en la boca, siempre tendremos un sabor salado aunque bebamos un jugo dulce. Tendríamos que escupir la sal y enjuagar la boca, si queremos saborear solamente lo dulce.
Sólo cuando haya desaparecido la sal, podrán gozar de la dulzura incontaminada del jugo. Así también, sólo cuando somos capaces de remover de nuestro cuerpo aquellos rasgos negativos que han llegado a formar parte integral de él, como el odio, la ira, la envidia, el orgullo, la codicia y el ego, podremos gustar la dulzura de la compasión, el sacrificio, la caridad, la simpatía y las demás virtudes.

Para empezar, tratemos de comprender lo que realmente significa la verdadera devoción. El Bhakti o devoción se refiere al Amor del Señor. En la palabra Bhakti estan la sílaba ‘Bha’ que alude a Bhagavan, el Señor, y a ‘Anurakti’ que es el amor. Cuando ambas se unen tenemos la verdadera devoción, tal como la connota la palabra Bhakti. Al cultivar la devoción, vamos desarrollando la capacidad para sacrificarnos. Nos expandimos en el amor. Y, entonces, todo lo que es necesario se nos va dando por añadidura. El amor es el verdadero aliento de vida del hombre. Uno no puede vivir sin amor. En verdad, uno ama por el bien del propio Ser y no por el bien de los demás. Mas el hombre ha desviado su amor del Ser hacia el cuerpo. En todas partes de este mundo nos encontramos con la enfermedad de Bhavaroga, vale decir, la enfermedad de la identificación con el cuerpo …

Estos seis enemigos del hombre, la ira, la envidia, los celos, el egoísmo, el odio y la codicia, son también enfermedades. Hay algunas actividades que actúan como medicinas para ellas. Equivocadamente, el hombre ha pensado que disfruta de diversos placeres, mas, de hecho, está afectado por una serie de enfermedades. Y hasta que no reconozcamos que Dios es el residente del cuerpo, seguiremos viéndonos afligidos por incontables sufrimientos.
Todas las sadhanas (practicas espirituales) no pueden sino llevarse a cabo con la ayuda del cuerpo.Toda la educación que hemos adquirido ha sido obtenida por intermedio del cuerpo.
La magnificencia y las extraordinarias características de Dios han sido aprehendidas gracias al instrumento del cuerpo.Tomando al cuerpo como base, debemos realizar un esfuerzo para ver a Dios dentro de él. No sigan pensando que Dios vive en algún otro mundo: en realidad está presente en el cuerpo mismo. El pecado no es algo que exista en algún lugar lejano, depende de las acciones que llevan a cabo con vuestros cuerpos.Tanto los merecimientos como los desmerecimientos son resultados de acciones realizadas con ayuda del cuerpo. Debemos emprender una búsqueda incesante, un intento serio, para encontrar a Dios dentro del cuerpo.

Se ha dicho “Busca que encontrarás”. Si buscan por Él genuinamente y con toda seriedad dentro del cuerpo, seguramente podrán encontrarLe. Si entran en una habitación en la que se almacena una gran variedad de cosas, tendrán que llevar a cabo una cuidadosa búsqueda para encontrar el artículo en especial que desean hallar. Sin esa búsqueda, jamás lo encontrarán. Sólo cuando golpeen a la puerta, el dueño de casa les abrirá desde adentro. Hasta vuestra propia madre les servirá la comida sólo después de pedírsela.
Puede que sientan que han estado ya golpeando a la puerta por mucho tiempo y que no se ha abierto para ustedes. Deben averiguar, entonces, si han golpeado a la puerta adecuada. ¿Han estado golpeando a la puerta de la liberación o a la puerta del apego? ¿Han estado llamando a la puerta donde reside Dios, o lo han estado haciendo en la morada de los demonios? ¿A quién desean llegar? ¿En quién están buscando refugio? ¿Se están dirigiendo al más misericordioso, al que viene en forma humana y pone por delante su propia vida como ejemplo? ¿Le están rogando a la Madre del Universo? ¿Le están pidiendo el alimento a ella? Incluso puede que estén mirando al Señor, mas no solicitan la Divinidad misma. No cabe duda, están orándole a Dios, mas piden cosas materiales triviales y cosas mundanas. Están bajo el árbol que concede los deseos y piden insignificante café en polvo. Bajo el árbol que otorga los deseos deben pedir que se les de aquel Principio que es trascendental y eterno.

Nuestra devoción debe incrementarse y progresar continuamente, al tiempo que mantenemos en la mente la firme confianza de que Dios reside dentro de nuestro propio cuerpo.
Si queremos buscar e indagar respecto al Señor que reside internamente, debemos volver hacia adentro nuestra visión. ¿Cómo hemos de aspirar por el Señor? Debemos llorar de la misma manera en que lo hace un bebé que clama por su madre que lo ha dejado por unos momentos. Como la fiel esposa que ha perdido a su marido y se lamenta por el dolor de la separación. Debemos clamar de la misma manera en que una pareja sin hijos le suplica e implora a Dios por un niño. Esa es la forma en que deberíamos rezarle a Dios, llenos de devoción y del ansia por realizar Su presencia dentro de nosotros.

Mas hoy en día, todas nuestras plegarias están sólo compuestas por palabras pomposas y carentes de sentimiento. Dentro de la mente hay una cosa y una muy diferente en los labios. Sin embargo, debemos considerar que únicamente cuando sincronicemos pensamiento y palabra, estas se convertirán en una oración y serán efectivas.Y será únicamente cuando pongamos nuestras plegarias en práctica, que ellas se traducirán en adoración. Una vez que logran la unidad de pensamiento, palabra y acción, se convierten en un Mahatma, un Alma insigne. Debemos autoexaminarnos para ver si estamos siguiendo por este camino de armonía en el pensamiento, la palabra y la acción. Si nos analizamos honestamente, nos daremos cuenta que la mayor parte del tiempo estaremos dispersándonos en tres direcciones diferentes, que no guardan unidad entre sí. Cuando las palabras, los pensamientos y los actos son diferentes, tenemos las características de un ser malvado, un Duratma y no las de un Mahatma.Y esta desarmonía no funcionará en nuestra relación con Dios.

Sean cuales fueren vuestros pensamientos, ellos les traerán las consecuencias correspondientes. Como primera cosa, debemos empeñarnos en purificar nuestros sentimientos. Deberemos hacer que nuestro amor sea puro. Para hacerlo, tenemos que desarrollar Kshamã, tolerancia. No hay nada más grande que esta. La tolerancia es verdad, es rectitud. La tolerancia es Veda, la tolerancia es Ahimsa, es Santosha, felicidad, es Daya, compasión, lo es todo en el mundo y en todos los mundos. Sólo cuando hayamos desarrollado tolerancia y paciencia seremos capaces de obtener al Señor.
Ahora, nos alteramos por las cosas más insignificantes, nos enojamos y desarrollamos conflictos. Este mal carácter es peligroso; la ira puede arruinar hasta la vida del hombre. Una persona que sufre de mal genio no puede esperar logro alguno. Se la considerará desagradable o ridícula. Perderá su riqueza.Todos los honores que haya ganado, se reducirán a cenizas. Su mal genio incluso lo puede separar de los que viven con ella y que están más cerca de él. La ira puede hacer que la gente lo pierda todo y que su vida misma se convierta en un erial. Es por ello que Krishna enseñó el principio del amor en el Bhagavad Gita, y la necesidad de cultivar el amor para contrarrestar el odio, la envidia y otros rasgos negativos de este tipo que son muy perjudiciales.

El amor no conoce el odio.
El amor le cierra el paso al egoísmo.
El amor no se refugia en la ira.
El amor sólo sabe de dar, y no de recibir.
Y es por esto que el Amor es Dios.

“Si deseamos adquirir a Dios mismo, debemos desarrollar esta sagrada cualidad del amor.”
Y bien, si quieren ver la Luna, no habrá necesidad de proveerse de una vela o una linterna. La luz de la Luna basta para verla. Si desean ver y alcanzar a Dios que es la personificación misma del Amor, no tienen sino que sumergirse en el amor. Sin embargo, en tanto este amor no haya llegado a establecerse claramente, se requiere de todas estas sadhanas como Japam, Dhyanam, Bhajans y las demás prácticas. Una vez que se ha desarrollado el amor, estas dejan de ser esenciales. Incluso aunque la luna brille clara en el cielo, no podrán verla si cierran los ojos. De igual modo, si aún están cerrados vuestros ojos a la amorosa presencia de Dios dentro, todos estos actos positivos de Japam, Dhyanam, Tapas, etc., les ayudarán a abrirlos y a aclarar vuestra visión como para que puedan gozar y ver al Señor. Este es el contenido de las enseñanzas de Krishna en el Bhagavad Gita.

Sólo cuando prestamos oído a tan grandiosas palabras y cuando las entendemos claramente y las practicamos, nos haremos capaces de alcanzar la divina meta. Swami les ha estado proporcionando esta oportunidad, como para que, al menos por uno de nuestros días, empleemos sabiamente nuestro tiempo y saquemos provecho de estas enseñanzas.

Fuente: Extracto del Discurso Divino pronunciado el 6/8/1984